Mitología de las
constelaciones
En noches
claras sin nubes y lejos de las luces de las ciudades el cielo se ve tachonado
de estrellas. Hay estrellas que brillan más que otras. La estrella llamada
Sirio, en la constelación del Can Mayor, es la que ve más brillante desde la
Tierra. Sirio refulge como un faro de navegación que no estuviera muy lejos.
Otras estrellas brillan con menos intensidad y se ven como luciérnagas en el
cielo; otras más, las más tenues y abundantes, parecen en conjunto nubes de
polvo.
Las estrellas
no son todas del mismo color. Sirio es muy blanca con un toque de azul, pero
Aldebarán –la estrella más brillante de la constelación de Tauro—es anaranjada,
y nuestro sol es amarillo. Hoy sabemos que el color de las estrellas depende de
su temperatura y de su composición química. Los astrónomos usan el color de las
estrellas para clasificarlas. |
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Cuando en una
región del cielo vemos algunas estrellas que se ven más brillantes que las demás
las agrupamos mentalmente y formamos con ellas figuras parecidas a las de esos
cuadernos de iluminar en los que hay que unir los puntos para ver el dibujo.
Esas formas son las constelaciones. Las estrellas que forman una constelación no
están necesariamente cercanas entre sí. Las de la Osa Mayor, por ejemplo, sí lo
están porque son estrellas que se formaron en la misma nube de gas y polvo –son
estrellas hermanas. Pero las de la constelación de Orión no: se encuentran todas
a distancias muy distintas. La figura que parecen formar es un efecto de la
perspectiva desde la cual las vemos.
Cuando
nuestros antepasados miraban al cielo se imaginaban figuras como nosotros. Era
común que a estas figuras les inventaran también historias, o que las
relacionaran con leyendas existentes. En estas páginas contaremos algunos de
esos cuentos antiguos asociados con las estrellas y las
constelaciones.
Las mayoría de
las constelaciones que podemos ver desde México tienen nombres griegos porque
los griegos antiguos también las veían. En consecuencia las historias de las
constelaciones tienen casi siempre relación con la mitología griega y romana.
Pero en nuestras latitudes vemos también constelaciones que los griegos nunca
vieron por encontrarse éstas demasiado al sur. Las constelaciones sureñas tienen
muchas veces nombres más modernos –como Telescopium o
Microscopium, por ejemplo—porque la cultura occidental las conoció apenas
hace unos siglos, cuando los barcos de las naciones exploradoras europeas
llegaron por primera vez a esas latitudes. Los europeos de esos siglos dieron a
las nuevas constelaciones nombres de cosas de su interés. Si aún quedaran
constelaciones por descubrir en nuestros días (ya no quedan: conocemos el cielo
en toda su gloriosa esfericidad) tal vez les pondríamos nombres como
Televisión o Computadora. |
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