jueves, 11 de octubre de 2012

Mitología de las constelaciones

Mitología de las constelaciones
En noches claras sin nubes y lejos de las luces de las ciudades el cielo se ve tachonado de estrellas. Hay estrellas que brillan más que otras. La estrella llamada Sirio, en la constelación del Can Mayor, es la que ve más brillante desde la Tierra. Sirio refulge como un faro de navegación que no estuviera muy lejos. Otras estrellas brillan con menos intensidad y se ven como luciérnagas en el cielo; otras más, las más tenues y abundantes, parecen en conjunto nubes de polvo.
Las estrellas no son todas del mismo color. Sirio es muy blanca con un toque de azul, pero Aldebarán –la estrella más brillante de la constelación de Tauro—es anaranjada, y nuestro sol es amarillo. Hoy sabemos que el color de las estrellas depende de su temperatura y de su composición química. Los astrónomos usan el color de las estrellas para clasificarlas.

Cuando en una región del cielo vemos algunas estrellas que se ven más brillantes que las demás las agrupamos mentalmente y formamos con ellas figuras parecidas a las de esos cuadernos de iluminar en los que hay que unir los puntos para ver el dibujo. Esas formas son las constelaciones. Las estrellas que forman una constelación no están necesariamente cercanas entre sí. Las de la Osa Mayor, por ejemplo, sí lo están porque son estrellas que se formaron en la misma nube de gas y polvo –son estrellas hermanas. Pero las de la constelación de Orión no: se encuentran todas a distancias muy distintas. La figura que parecen formar es un efecto de la perspectiva desde la cual las vemos.
Cuando nuestros antepasados miraban al cielo se imaginaban figuras como nosotros. Era común que a estas figuras les inventaran también historias, o que las relacionaran con leyendas existentes. En estas páginas contaremos algunos de esos cuentos antiguos asociados con las estrellas y las constelaciones.
Las mayoría de las constelaciones que podemos ver desde México tienen nombres griegos porque los griegos antiguos también las veían. En consecuencia las historias de las constelaciones tienen casi siempre relación con la mitología griega y romana. Pero en nuestras latitudes vemos también constelaciones que los griegos nunca vieron por encontrarse éstas demasiado al sur. Las constelaciones sureñas tienen muchas veces nombres más modernos –como Telescopium o Microscopium, por ejemplo—porque la cultura occidental las conoció apenas hace unos siglos, cuando los barcos de las naciones exploradoras europeas llegaron por primera vez a esas latitudes. Los europeos de esos siglos dieron a las nuevas constelaciones nombres de cosas de su interés. Si aún quedaran constelaciones por descubrir en nuestros días (ya no quedan: conocemos el cielo en toda su gloriosa esfericidad) tal vez les pondríamos nombres como Televisión o Computadora.

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